
El otro día me encontré con este dibujo en internet, y me ha hecho reflexionar para escribir unas líneas.
Se habla mucho de ser fuerte, «eres fuerte» es una frase que seguramente nos han repetido desde que eramos pequeños, y nos caímos, y nos dijeron que había que levantarse, ser fuerte, y seguir aún con la rodilla lastimada. Cuando vas cumpleindo años, esas frases se transforman, pero tienen el mismo significado, el mismo objetivo: resiliencia, superar la adversidad, salir de la zona de confort.
Siempre me he considerado una persona muy fuerte, por determinadas circunstancias que me ha tocado vivir, no se si me lo he hecho o ya lo era, pero desde luego se ha reforzado. A veces pienso que demasiado, porque muchas veces creo no sentir apego por nadie, no siento la necesidad de ser cariñosa o que lo sean conmigo, igual que detesto a la gente débil. Es inevitable para mí pensar que son las mismas personas que yo, pero sin las mismas vivencias o situaciones, por lo que no han tenido la necesidad de hacerse o reforzarse ante lo negativo. Y en vez de provocarme lástima, me provocan aversión por sus limitadas o sensibles reacciones.
Tengo una tendencia a seguir pase lo que pase, a rehacerme, a no darme mucho tiempo a recomponerme, a mirar hacia delante y tirar con todo. A sonreir, a automedicarme el cuerpo y el alma. A seguir. A luchar…
A veces, me gustaría no ser así, a veces me ocurre que que veo una película muy, muy mala, de estas de las 16:00 de los Sábados, y de repente no se muy bien porque, me encuentro que me cuesta contener una lágrima cuando acaba en amor, o hay alguna desgracia. Y me sorprendo a mí misma dándome cuenta de que no soy tan diferente, y alomejor siento lo mismo que los demás, solo que he pasado tanto, que me da miedo a exponerme a ello.
No se si es un buen consejo para mí, el que luche contra las adversidades y florezca. Quizá yo ya lo llevaba en el adn, y alguien debió decirme: llora a su debido tiempo, siente tristeza, no pasa nada, cura.