Claro que no lo es, es muy difícil de ver, tiene que llover, tiene que escampar, tiene que reflejar el sol, y aún así solo pocas veces seremos capaces de verlo, porque no sale siempre, o porque no estamos en el lugar adecuado para verlo.
Y el embarazo arco iris no se queda atrás. Es un maremagnum de sentimientos, que suben, que bajan. Mucho miedo y muchas inseguridades. ¿Estará todo bien? es algo que no dejas de repetirte, es un miedo que te acompaña día y noche, que se te mete dentro y que te imposibilita disfrutar como te gustaría.
Después de esa primera eco, vinieron otras 2 en la clínica. Durante la semana 7 sentí que todo se terminaba, las fuerzas mentales me fallaban, no tenía ningún síntoma, y todo me hacía recordar y revivir situaciones anteriores ya vividas. Un día, al volver de trabajar, me sentía tan bien físicamente, que me sentía al límite del precipicio de mi paz mental. Se supone que en «este estado» tienes síntomas, y yo, no solo no los tenía, si no que me encontraba con fuerza y energía, pese al madrugón y la jornada de trabajo.
Hasta ese momento, mis pesadillas mentales me las había comido yo. Es decir, aunque las compartía con J., no quería asustarle, y le minimizaba la situación al hablar con él. Pero esa tarde, tan convencida de lo que pasaba, no pude más y exploté, me propuso ir a la clínica, y así lo hicimos.
Nos pasamos todo el viaje del coche en silencio, yo no se lo que él pensaba, pero yo pensaba en estar tranquila y en poder elegir con criterio las pastillas o el legrado. Llegamos a la consulta y no nos hicieron esperar nada. Muy tranquila subí al potro y me imaginé las palabras que iba a escuchar. Pero nada más sentir el ecografo, la docotora de prácticas pegó un pequeño salto y sonrió, e inmediatamente después mi doctor confirmó en alto que todo estaba perfecto, que iba a mirar todo bien, que no me asustara, pero que Coquito (bautizado así por J.) estaba muy agarradito y con un latido alto y constante. Tardó unos minutos en ver todo, y me volvió a repetir que estaba perfecto.
Después del potro, me llevó a la mesa de consulta, y me explicó que no podía seguir así, que lo que tendría que venir, vendría igualmente, pero ese nivel de ansiedad no me iba a llevar a nada bueno. Estuve de acuerdo con él, es muy fácil decirlo, y la teoría me la se, pero la práctica, no es tan fácil.
Una semana después de esto, fuí a la clínica por última vez. Recibí el alta de RA, y volvierons los episodios vividos y las pesadillas, me daba miedo y pena dejar la clínica, pero tocaba avanzar… la próxima cita ya sería en el hospital.