Miedo, mucho miedo.
Si quieres saber porque tengo miedo: Parte XI, Parte X, Parte IX, Parte VIII, Parte VII, Parte VI, Parte V, Parte IV, Parte III, Parte II y Parte I
Miedo del que paraliza, miedo a no haber quedado bien, y miedo a visitar a muchos médicos, hacerme muchas analíticas, y no encontrar una razón de porque tuve aquella hemorragia. Y lo que más miedo me daba: que volviera a pasar.
Creo que fue una de las Navidades más raras de mi vida, y además, tenía un evento, «el evento». J cumplía 40 años. Siempre que me imaginaba esa fecha, me imaginaba una celebración por todo lo alto, y con nuestro hijo, pero no pudo ser, y además llegaba en el peor momento. Antes de la hemorragia ya tenía parte de la fiesta preparada, algunos invitados, y algunas cosas compradas, y por un momento, quise cancelar todo. Y lo habría hecho, pero 40 no se cumplen todos los días, podría haber muchos más episodios dolorosos en nuestras vidas, pero su cumpleaños nunca volvería. Así que reuní las pocas fuerzas que quedaban y tiré hacia delante con una fiesta sorpresa en la que si bien conseguí que todos pasáramos un rato estupendo, J y yo no fuimos los que éramos, lloramos un poquito y no solo de emoción, y no pudimos olvidar ni un minuto que mientras festejábamos por fuera, la procesión arrasaba por dentro…
Durante esos días la ansiedad empezó a aparecer en mi vida, no como algo constante o ante una situación determinada, sino despacio, se incorporó a mi vida diaria. Me sorprendía entre la noche, en medio del trabajo, o incluso viendo la tv en casa.
Y mientras esto pasaba, decidí cancelar la preparación de la prueba de implantación ante el miedo, y para colmo, tampoco tenia muy claro cuando debía venirme la regla, según unas cuantas ecos, había vuelto a ovular, pero la regla no bajaba. Finalmente tuve que tomar progesterona para provocarla.
En casa volvieron las peleas, la no aceptación de la realidad y de la situación por mi parte, y decidí buscar ayuda. Tras algunas sesiones con mi maravilloso psicólogo, y tras llegar a la conclusión de que nada podría ayudarme más que volver a intentarlo, cogí mis trocitos, y me lancé a otra fiv. Porque así soy yo, doy pasos de gigante cuando debería descansar.
Esta vez sería diferente, tenía que ser diferente. Y no contentos con superar el miedo a que me volviera a pasar algo parecido, decidimos superar también el hecho de ir con donante, y lanzarnos al mundo del duelo genético poniendo en práctica lo que mejor sabemos hacer: tirar hacia delante. Porque así somos nosotros, damos pasos de gigante cuando deberíamos reflexionar.
La decisión no fue fácil, pero los resultados de mi primera fiv con dgp no fueron alentadores, por lo que esperábamos poder mejorarlos de esta forma. Asumir que no vas a tener un hijo biológico es complicado, pero asumirlo desde el lado de quien lo va a engendrar, tampoco es fácil. No obstante, nuestro instinto de supervivencia, y nuestra ilusión siempre es mayor que todos los obstáculos que encontramos en la vida, y a finales de Febrero estábamos de nuevo con la estimulación.
Mi pauta iba a ser la misma que en la otra fiv, sin embargo, cuando llegué al primer control, los resultados no fueron los esperados, y es que había 6 folículos pero muy pequeños. Me subieron la dosis a 225, y mi miedo, mi ansiedad y mi dolor de cabeza se dispararon a partes iguales. Pero había que seguir intentándolo. Esta vez iríamos en fresco, al ser un donante, decidimos no realizar un dgp y confiar en nuestros posibles embriones, y además ahorrarnos la parte de preparación del endometrio que tanto dolor de cabeza nos había dado la primera vez.
Sin embargo, el avance de los controles no fue el esperado… lo mío nunca es fácil, pero eso os lo contaré en otro post: Parte XIII
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